Autodestrucción nâo tem fim

15 mar 2015

 I

-Vos, cuando eras chica, ¿también pensabas en matarte?-, me pregunta, y yo la miro. 
-Debe ser mentira-, pienso. No le respondo. Quiere mi atención a toda costa. Ojalá tuviera otra cosa que hacer; otro lugar donde ir. Huir. Los mejores momentos duran poco. Me acuerdo y se me llenan los ojos de lágrimas. Al final, siempre todo termina a los golpes, que es la única manera de romper el embole. Al final, siempre es mejor ser el hijo de puta: la pasás menos mal. Ojo, también sufrís, pero quedás mejor parado. Te sacudís el polvo que te acabás de echar y seguís tu camino, tal vez llorando, pero no caído. Empapado, pero burlón. Hay que evitar empatizar demasiado; si sufrís cuando sufren, te manipulan. En el fondo, siempre hay que estar un poco mejor.



 II

El problema no es equivocarse: es poder vivir con ello sin odiarse. ¿Cómo no odiarse, si uno es un estúpido? ¿Qué pasó? Antes eras chévere. Antes, eras buena gente y, ahora, te das cuenta que tenía razón ese siquiatra que te dijo manipuladora. ¡Ah, pero nunca con maldad! Hasta que aprendiste a hacerlo a tu antojo. Ser querido siempre da ventaja y, al final del día, te creíste vivo al ver que el amor que te entregan les juega en contra, pobres idiotas. Y no. ¡Loco, no! Es lo más estúpido si al final terminás sólo y tanto te cuesta dejarte querer, que hacés trampa y daño y nada te importa.

Autodestrucción nâo tem fim.

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