Mecánica de la memoria

20 may 2015

Es raro cuando alguien te ama. Digo amor, como en un novio. Es raro encontrar en el pasado esas palabras, observar las relaciones lejanas ya, saber que alguien sintió por vos tantas cosas y no entender cómo ni por qué. En cierta manera, reconocer los fracasos (por los motivos que fueran), duele un poco.

No importa el presente cuando estás de viaje por los recuerdos. Ellos son tu presente durante un rato. La sucesión de imágenes almacenadas, pequeños clips mudos, diálogos archivados aparte. Por mi cabeza, pasan las cosas como si fuera una película o la vida de alguien más. Recordar qué se sentía el amor de esa persona sobre uno (amor que caía dentro de los huesos o al límite de la indiferencia); mi manera de reaccionar, de tratarlos; cuántas cosas aguantaba y hacía aguantar; la vez que agarré de la cintura a mi próximo novio, mientras el actual me daba la mano y los tres nos despedíamos...

No importaba nada, sólo sentir. Y después, ¿qué pasó con todo eso cuando no hubo escape?. Se me eriza la piel y, de repente, toda la calidez de mis recuerdos se estrella contra el nudo de mi garganta. Caen pedazos de felicidad por todas partes y vuelvo al ahora. La vida sigue otra vez. No sé cómo, te juro.

Impar

14 may 2015

Cuando las puertas se te cierren en la cara,
¿a quién le vas a pedir algo?
¿En qué cama te vas a despertar,
cuando no sepas dónde dormir?
¿A qué último rescoldo de fé
te vas a agarrar con uñas y dientes,
para no dejarte morir;
para poder levantarte una mañana más
y no mirarte al espejo, porque igual es lo mismo?
Cuando se te enfríe hasta el último sentimiento
y no puedas ni dejarte querer,
¿cómo vas a hacer para pedir un abrazo?
Y, ¿qué pasa cuando hay cosas
de las que nunca se vuelve?

De cómo fui al fin del mundo

8 may 2015

Estaba en un boliche con mi novio y algunos conocidos. Los mismos de siempre. Estamos charlando, la noche casi llegando a su fin, y alguien me comenta que mi ex batero andaba diciendo, despectivamente, que se había ido de la banda porque quería tocar punk y no la música que hacíamos.

Me enojé. Lo fui a buscar. Lo encuentro afuera y, toda risas y simpatía, le digo que se cuide, que el mundo está lleno de gente rencorosa y vengativa, jajaja. Vuelvo a entrar a buscar mis cosas antes de que cierre el local. Agarro ropa y después me acuerdo de la mochila. 

El boliche era como un cine, sólo que en la parte donde normalmente se proyectaría la película, está la salida. Las paredes y piso están pintados de negro y no hay ventanas. Veo mi mochila entre las butacas. Subo, la agarro y una chica de rulos (muy parecida a la que atiende la barra en el Clash), me dice que se me cayó algo, y me alcanza un ticket. Yo le doy las gracias; por algún motivo, ese papel era importante para mí. Me vuelvo a cruzar al ex batero, le digo dos palabras y paso mi dedo índice por su panza, semi-cubierta por una remera muy corta. Engancho el elástico de su pantalón deportivo gris claro, tiro hacia atrás y suelto. Me doy media vuelta para irme y alguien se ríe de mí, al tiempo que me dice "¡Ahhh, pilla!". Noto que me vio por el reflejo de un pin que estaba en una mochila igual a la mía. Entonces, ¡la mochila que tenía no era la mía! ¡Mi mochila es la del pin!.

Subo hasta la fila más alta de butacas y le doy las gracias al flaco por avisarme. En vez de pared, hay puertas de vaivén que separan esta parte del boliche con la siguiente. En el lugar ya no queda nadie, excepto los empleados. Cruzo con las dos mochilas al hombro hasta la sección contigua. Nuevamente me encuentro con otra sala de cine. Sigo subiendo butacas, hasta llegar a una nueva sección de puertas. Las atravieso y doy a una bajada de arena húmeda, que desemboca en una playa de apenas un par de metros cuadrados.

Sentado en la baranda de dicha rampa, se encuentra mi amigo Wally. Me siento a su lado y le digo que este lugar se parece al fin del mundo, y me dice que sí. La marea arrastra un montón de azulejos blancos partidos con diferentes formas, que se acomodan como un mosaico a medida que la ola se retira. Un montón de espuma llega hasta la orilla, empujado por el viento. Le digo a Coco Wally: -"Mirá, esa espuma parece una tortuga de chocolate", y me responde -"Es cierto".
-Hasta el blanco del ojo tiene.
-Saalado!

Y todo alrededor es silencio. Incluso las 3 o 4 personas que están en la parte baja de la playa.