De cómo nos apropiamos de los lugares

3 jul 2007

Sí, he notado al pasar en ómnibus o caminando por algún lugar conocido, el grado de pertenencia que el mismo tiene para conmigo. Porque no es que uno pertenezca a un lugar, sino al contrario.
Uno es quien va estableciendo vínculos y dejando recuerdos en un sitio. Un mismo lugar tiene diferentes significados para diferentes individuos.

Es una sensación rara el volver a un lugar que fue nuestro, por el cual caminábamos todos los días y, de pronto, no, ya no es igual.
El almacén de la esquina, pasa a ser sólo otro almacén de por ahí. El vecino, un extraño más al que probablemente no saludemos. Los ómnibus que nos servían despertarán por un tiempo el reflejo de tomarlos, pero luego, a lo sumo pensaremos "- las veces que te habré esperado y no pasaste, hijo de puta".

Ahora, hay que hablar de lo raro que puede sentirse volver transitoriamente a uno de estos lugares. Entrar en el antiguo comercio habitual y darse cuenta de que ya no se podrán caminar esas pocas cuadras para dejar las cosas en la mesa de la cocina. Uno se siente un poco alien del lugar y la situación. Es como ver los muebles extraños, ajenos, en una casa que ahora es extraña y ajena. Donde vivimos pero dejamos de vivir; donde tuvimos cosas, pero ya no más.

Después, hay que irse a otro lado. Ir dejándole rastros y marcándolo. Apropiarnos lentamente, cediendo un poco de nosotros para lograr una simbiosis con el entorno, pero teniendo siempre presente que en cualquier momento podríamos dejar de ser dueños de este nuevo sitio, o de sentirnos en casa al llegar a cierta esquina. Saber que todo puede (y probablemente lo haga) cambiar.

Entonces, debemos recordar que los lugares no nos pertenecen ni nosotros a ellos: solamente estamos de paso. En esta vida y en el mundo.

Good-bye my love!